Plantas para jardines sin riego III. Gramíneas autóctonas de la Península Ibérica y Baleares.
Mònica Casanovas (bióloga) & Joan Parera (Ingeniero Técnico Agrícola) - info@carex.cat / Artículo publicado en Plantflor Nº 135.

Las gramíneas han adquirido un papel importante en los jardines. Con el tiempo se ha apreciado su valor ornamental y sus posibilidades paisajísticas.

Pero la facilidad con la que dispersan sus semillas y colonizan espacios naturales hace que tengamos que ser cautos en su utilización. Más aún en un momento en que la problemática de las especies potencialmente invasoras está a debate. Con las gramíneas, especialmente, debemos ser responsables en nuestras elecciones a la hora de proyectar un jardín. Sólo así evitaremos que la práctica hortícola se vea, en ocasiones, como una actividad incompatible con la preservación del medio ambiente.

Utilizar especies de gramíneas que ya existen en los espacios próximos a las zonas ajardinadas puede ser una opción. Pero también hay que tener en cuenta la ubicación del jardín. No existe el mismo riesgo de invasión en una zona ajardinada en el centro de una ciudad, como en la periferia o en zonas próximas a espacios naturales protegidos. Por este motivo hay que conocer bien las especies que se manejan, no sólo en cuanto a sus requerimientos y morfología, sino también a su ecología y distribución. A partir de aquí se pueden valorar sus riesgos en función de la utilidad y localización que se les pretende dar.

En las comunidades vegetales de nuestro país disponemos de plantas de esta familia de gran belleza y posibilidades paisajísticas. Presentamos en este número algunas especies autóctonas de la Península Ibérica y Baleares.

Avenula pratensis ssp. iberica y Festuca costei son dos de las últimas incorporaciones de gramíneas autóctonas en el mercado. Las dos son perennes y tienen como principal atractivo ornamental las inflorescencias largas y coloreadas cuando fructifican.

La primera produce tallos florales largos y robustos, de hasta 150 cm de altura, terminados en una espiga también laxa y larga; estos tallos adquieren una tonalidad anaranjada muy vistosa cuando fructifican. Florece de junio a julio y después mantiene las espigas secas, que también son muy ornamentales, durante mucho tiempo, hasta bien entrado otoño.

La segunda no tiene inflorescencias tan altas, aunque llegan a unos 100 cm de altura. Cuando fructifican adquieren tonalidad rojiza, pero también son muy ornamentales en flor, puesto que las espigas son gráciles y vistosas. Florece de junio a agosto y, como Avenula pratensis, mantiene las espigas secas hasta otoño.

Son bastante resistentes a plagas y enfermedades y toleran bien las siegas que, realizadas a finales de invierno, ayudan a mantener la planta más compacta.

Igual que las dos anteriores, también Stipa gigantea tiene interés por las espigas, que en este caso son todavía más grandes, laxas y altas, lo que les confiere un aspecto nebuloso muy ornamental, incluso plantadas en grupos muy reducidos.

Stipa tenacissima y Lygeum spartum comparten similitud en la morfología de las hojas. Las dos forman macollas grandes y compactas, aunque la segunda es de dimensiones más reducidas. Las hojas se enrollan sobre sí mismas en ambientes secos, cogiendo un aspecto juncoide. Se diferencian por la forma de las inflorescencias. Stipa tenacissima forma panículas largas, compactas y estrechas. Lygeum spartum, en cambio, tiene espículas envueltas de una espata membranosa.

También hay que tener en cuenta Ammophila arenaria, que aunque sea de ambientes de dunas, se desarrolla bien incluso ajardinada en suelos muy distintos a los de su hábitat.

Finalmente, nos gustaría mencionar especies ya muy utilizadas y conocidas como Festuca glauca, o Ampelodesmos mauritanica e Hyparrhenia hirta.